Científicos del CONICET desarrollaron una proteína capaz de generar anticuerpos que logran neutralizar la entrada de la toxina Shiga, causante de esta enfermedad, que afecta especialmente a niños menores de 5 años y aún no tiene tratamiento.

Aún no existe tratamiento ni vacuna que le haga frente. El Síndrome Urémico Hemolítico (SUH) es una enfermedad endémica de Argentina que afecta principalmente a niños menores de cinco años. Se presenta como complicación de la colitis hemorrágica, generalmente acompañada de falla renal o neurológica, y es causada por la ingestión de alimentos contaminados con bacterias que producen una toxina llamada Shiga.

Para tratar de combatir este mal, científicos del Instituto de Medicina Experimental (IMEX – CONICET) desarrollaron una proteína destinada a generar una vacuna contra el SUH que, según demostraron ensayos in vitro e in vivo, produce altos niveles de anticuerpos capaces de neutralizar a la toxina Shiga. Esta toxina es producida usualmente por la bacteria Escherichia coli O157:H7, pero no es la única. Por eso, en diálogo con la Agencia CTyS, la doctora en Bioquímica Marina Palermo, investigadora principal del CONICET a cargo del desarrollo, aclara: «El agente etiológico necesario para que se produzca la enfermedad es la toxina Shiga. Por lo tanto, cualquier vacuna contra el SUH que uno desee desarrollar tiene que contener una versión no tóxica de la Stx».

Debido a la falta de un tratamiento específico para el SUH, no es posible controlar la evolución de esta enfermedad. De ahí, la importancia de desarrollar una vacuna. «Una vez que un niño se infecta con la toxina Shiga, el 90% lo resuelve favorablemente, sin secuelas, pero el 10% restante deriva en SUH. En este caso, la única alternativa es internarlo, realizarles los tratamientos sintomáticos que requiera y esperar que el paciente evolucione espontáneamente. Por ejemplo, si tiene anemia, hacer transfusiones de sangre; o si dejan de funcionar los riñones, realizar diálisis peritoneal, restablecer el equilibrio salino y la presión arterial, entre otras cosas», explica Palermo.

Dándole batalla al SUH

Las vacunas son algo así como agentes secretos que trabajan para la salud. Sus armas están cargadas con microorganismos atenuados o partes inofensivas de la toxina que producen. Su misión es hacerle creer al cuerpo que está siendo atacado por agentes patógenos (los malos de la película) con el objetivo de obligarlo a fabricar escudos para defenderse: los anticuerpos.

Por supuesto, la idea es que el cuerpo gane la batalla y guarde en sus expedientes la información de los invasores vencidos, para reconocerlos de inmediato si se vuelve a cruzar con esos gérmenes y se desata la «verdadera» guerra.

En este caso, los científicos contaban con dos tipos de toxina Shiga: Stx1 y Stx2. Decidieron utilizar la subunidad B (o sea, la parte no tóxica) de la segunda toxina debido a que ésta es más agresiva y está más asociada a casos de SUH. Sin embargo, había un inconveniente. «El problema de la toxina Stx2 es que es muy poco inmunogénica, es decir, no representa un estímulo suficiente como para generar una respuesta inmune que desarrolle un título de anticuerpo capaz de bloquear la entrada de la toxina», precisa la bioquímica.

Para solucionarlo, los investigadores recurrieron al uso de una proteína transportadora o «carrier». La elegida fue una proteína bacteriana que posee propiedades inmunoestimuladoras incluso en ausencia de adyuvantes (que son sustancias que hacen más efectiva la respuesta inmune).

Así fue como los científicos del IMEX, en asociación con investigadores de la Fundación Instituto Leloir, generaron una proteína de fusión entre ambas proteínas. Luego, elaboraron una vacuna de DNA capaz de producirla, que probaron en ensayos in vitro y en ratones.

«Actualmente, estamos terminando la fase experimental, viendo el nivel de protección que genera en los ratones vacunados y escribiendo un trabajo con los resultados. Además, estamos comenzando los trámites para hacer una patente. Después, esperamos que a algún otro laboratorio le interese desarrollar la vacuna para su comercialización, ya que nuestro laboratorio es sólo de investigación básica», concluye la investigadora.

Nadia Luna Agencia CTyS

Universidad Nacional de La Matanza